miércoles, 3 de septiembre de 2008

El mensaje multicultural de la obra narrativa de José Maria Arguedas

La tensión y conflicto de las obras literarias de José María arguedas es una cuestión literaria con los intentos de explicar su psicología o patología una mirada mas profunda a la literatura con respecto al conflicto de la identidad peruana , y las diferentes variedades de culturas que abarcan en nuestro país.
El Perú es un país que engloba una infinidad de culturas y lenguajes la cual sirve de inspiración a Arguedas para referirse al Perú. Los últimos años los estudios de la cultura se imponen mas a la critica literaria y la literatura parece perder importancia .sin embargo la critica cultural están implícitos en las obras literarias y la creación verbal por sí sola puede comunicar una voz auténtica de una cultura a los lectores de otros países. Siendo la literatura, clave para comprender la
Cultura la cual forma parte del fondo de imágenes básicas de una nación, donde la renovación de imágenes mantiene viva la cultura.
La obra de arguedas tiene como principal objetivo esta potencia creativa. La cual se pueden percibir aun sin conocer los contextos que insinúan en su texto. La literatura es un campo donde lo común y lo diferente no se excluyen. Posibilita ver lo otro y, a la vez, descubrir cercanías íntimas entre regiones tan distantes como América Latina y Europa Central.
La lectura de arguedas posibilita tal encuentro cultural y personal. En las novelas de Arguedas hay un ansia de armonía que posibilita relacionar su obra con la tradición idílica de proveniencia
Europea. José María Arguedas contradice la idea de una irradiación de la creatividad desde un centro metropolitano a las regiones periféricas. La cual Abandona la relación centro/periferia, asumiendo otro punto de vista. Cada región y cada cultura es un foco de creatividad.
La cultura andina no se subordina a otra cultura, sino todo lo contrario: se apropia de sus elementos y los transforma: “Ocurrió lo que suele suceder cuando un pueblo de cultura de
Alto nivel es dominado por otra: tiene la flexibilidad y poder suficiente como para defender su integridad y aun desarrollarla, mediante la toma de elementos libremente elegidos o impuestos.
José María Arguedas concibe la relación entre las culturas como una “superposición”. Este concepto aparece en los ensayos de Mariátegui y más tarde en los de Octavio Paz. La crítica
no suele relacionar a Arguedas con Paz, pero ambos coinciden en temas fundamentales: la posiblidad de revivir la unidad originaria del universo (el “eterno presente” de Paz); el pensamiento
Analógico; la superposición de distintas tradiciones culturales que se mantienen en convivencia dramática sin fusionarse. La coincidencia de ambos escritores también revela una relación
Orgánica entre el ansia de armonía de illud tempus y la visión conflictiva de la convivencia multicultural. En México el estrato no moderno parece más oculto, mientras que en el Perú es visible. En los dos países la tradición indígena forma la base – igual que en la arquitectura de los palacios cusqueños. El muro incaico del primer capítulo de Los ríos profundos no es un muro de Sacsayhuaman, sino el de una casa en que, sobre las piedras incaicas ondulantes como el río, posa el segundo piso geométrico de construcción colonial: “La pared blanca del segundo piso empezaba en línea recta sobre el muro. La arquitectura de la novela es similar: su experimento lingüístico, que incorpora al español la morfología, sintaxis, entonación y visión del mundo del quechua, construye la escritura sobre las bases de un estrato profundo de una cultura oral.
En Los ríos profundos no está opuesto el mundo indígena contra el mundo criollo; la polaridad consiste, más bien, en la oposición entre lo “cerrado” y lo “abierto”, entre la agresividad y la
comprensión. Frente a todo lo que ensucia el alma – la violencia, el racismo, el odio que abundan en el colegio y en la ciudad, igual que en algún pueblo hostil – existe un polo opuesto: el de la serie de gestos amistosos, de gestos de generosidad con los enemigos, de momentos de comprensión. Esta actitud parece más débil, impotente, quijotesca pero tiene una fuerza axiológica e implica una intuición del orden cósmico, formando una alternativa frente al mundo de la agresividad. El tema de la peste al final de la novela traerá una purificación: el protagonista la encontrará en la ayuda humilde a una víctima de la peste. María Arguedas deja de parecer “arcaica” también a la luz del
debate sobre la modernidad y posmodernidad. La crítica de la ilustración encuentra el error fundamental de su concepto de la autonomía del sujeto en su separación rígida de la naturaleza, y
Pone en duda el principio mismo de la autonomía que consiste en excluir. Como dice Wolfgang Welsch, hoy ya se ve que el “sujeto fuerte”, pujante y dominante, es falso, y que más vale el
“sujeto débil”, dispuesto abrirse a lo otro y capaz de sensibilidad y comprensión. El espacio heterogéneo de América Latina ha representado desde la Conquista una fuente de manifestaciones culturales y literarias que reflexionan sobre el encuentro de dos mundos en contacto, la cultura occidental y la de los pueblos precolombinos. Las tentativas teóricas de abordar un tema tan descomunal como la convivencia de tradiciones y visiones del mundo sumamente distintas ha oscilado entre los conceptos de la aculturación, el mestizaje cultural y la superposición de culturas hasta la noción de la transculturación. A su vez, en el campo de la creación literaria encontraremos obras que intentan, por medio de sus páginas, abrir el espacio que ha nacido del encuentro cultural e interpretarlo, e incluso descubrirlo para el lector occidental. Entre los autores de esta corriente literaria destaca José María Arguedas, peruano bilingüe y nos atrevemos a decir, bicultural. Su creación literaria es un caso excepcional, ya que Arguedas elaboró un lenguaje literario experimental en cuyo espacio se refleja la situación del Perú contemporáneo, construido en el legado de dos tradiciones totalmente diferentes: la cultura oral del pueblo quechua y
la cultura occidental europea. José María Arguedas, que vivió personalmente esta convivencia, intenta armonizar su carácter conflictivo por medio de su oficio de escritor. Dicho afán se
manifiesta no sólo en su obra literaria, sino también en trabajos ensayísticos sobre cultura, etnología y lengua. En su pensamiento teórico, Arguedas llega hasta el punto de
rechazar el concepto de la aculturación del pueblo indígena que vaya perdiendo su identidad y promociona el concepto de la transculturación. No sólo la civilización occidental dominante.
influye en los pueblos indígenas, sino que también estas culturas dominadas transforman creativamente los elementos occidentales hasta hacer nacer una nueva realidad independiente.
Así por ejemplo, los instrumentos de música provenientes de Europa se convierten en manifestaciones culturales muy vitales en manos de los indígenas. La invasión figura aquí como un
punto de partida para una nueva realidad. Arguedas claramente formula su actitud cultural en el ya famoso discurso No soy un aculturado (1968) diciendo: “Yo no soy un aculturado, yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz, habla en cristiano y en indio, en español y en quechua”. Sin embargo, este bilingüismo no significa para Arguedas la mera capacidad de hablar dos lenguas. Es la experiencia de vivir dos mundos y la posibilidad de ver la realidad del propio país con ojos europeos e indígenas a la vez y así poder comprender.
Al referirse al Perú, José María Arguedas dijo: “No hay país más diverso, más múltiple en variedad humana; todos los grados de calor y color, de amor y odio, de urdidumbre y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores. No por gusto, como diría la gente llamada común se formaron aquí Pachacamac y Pachacutec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilaso, Tupac Amaruc y Vallejo, Mariátcgui y Eguren, la fiesta del Qoyllur y la del Señor de los Milagros, los yungas de la costa y de la sierra”; él trató en sus narraciones de capturar paulatinamente aspectos de esa realidad múltiple. No es tarea fácil extraer fuera de contexto las dicotomías culturales que aparecen en su obra puesto que, el mundo de la novela es más complejo que cualquiera de las dicotomías. Pero lo que sí es posible es tratar de seguir paso a paso una evolución de perspectivas que se apuntalan en ciertas polaridades características de la época en que algunas obras fundamentales aparecieron en la literatura peruana. En cierta forma una búsqueda de identidad cultural es el común denominador en todas ellas. El Inca Garcilaso de la Vega fue el primer escritor mestizo del Perú. Cuando ya vivía en España fue la nostalgia y el deseo de hacerle justicia a la raza india que lo llevaron escribir sus Comentarios reales. Desde que él era hijo de una princesa incaica podía recordar a menudo las conversaciones que los indios nobles tenían sobre su pasado grandioso y que terminaban con la frase Trocásenos el reinar en vasallaje. Casi trescientos años después los escritores estaban lejos de recordar el abolengo incaico, lo que vieron fue una raza india explotada e ignorante. El pensador Manuel González Prada en 1888 afirmó que el Perú estaba poblado principalmente «por indios semicivilizados y que si se les alfabetizara recuperarían muy pronto su dignidad humana».5 A esa dicotomía civilización/
Ignorancia se añade el análisis de la novelista Clorinda Matto de Turner que en su obra Ave sin nido6 observó que la dicotomía tenía que ver con el grupo que tenía el poder (hacendados, autoridades civiles y curas) versus el grupo de las víctimas explotadas, es decir los indios en la sierra peruana. Para estos blancos que controlaban la situación los indios eran: «taimados, tramposos que no quieren pagar lo que deben».7 Varias décadas más tarde el ensayista José Carlos Mariátegüi en sus Siete ensayos sobre la realidad peruana 8 exploró no solamente el problema de los indios, sino también esa gran dicotomía: los pocos
versus los muchos, ¿quiénes son los que constituyen la mayoría del Perú? Su afirmación fue categórica: «sin el indio no hay peruanidad posible». Hacia la década de los cuarenta apareció la figura literaria de Ciro Alegría que publicó El mundo es ancho y ajeno.10 En la novela se acentuó la dicotomía económica.
La codicia de los terratenientes versus la vulnerabilidad de los comuneros que vivían en los terrenos próximos. La Corona española había permitido que muchos ayllus de la época incaica continuaran subsistiendo como comunidades. Pero en la época republicana los latifundistas empezaron a desposeer a los indios de sus tierras usando todos los medios a su alcance. La novela El mundo es ancho y ajeno presentó a la comunidad de Rumi derrotada y a los comuneros que quedaban no les quedaba otro recurso que peregrinar ahora en la miseria más completa. Ciro Alegría describió a lo indios del Norte del Perú que ya no
Hablaban quechua. Siguiendo los postulados de una denuncia indigenista, Alegría puso mucho énfasis en la polaridad blanco-malo e indio-bueno. Las perspectivas dicotómicas continuarán apareciendo.13 En este trabajo es la perspectiva de José María Arguedas la que quiero poner de manifiesto.
Tal convicción ideológica, este a veces doloroso estar entre dos mundos, desemboca en la necesidad de traducir el mundo indígena y su riqueza para el lector occidental. La mejor manera de
Hacerlo la representa para Arguedas el campo de la lengua: en su “literatura de transculturación” escribe textos en los que lo oral penetra y transforma (“transcultura”) lo occidental. José
María Arguedas hace que su español suene como el quechua, lo nutre del ritmo y sintaxis de la lengua autóctona. Abre el español
a las metáforas quechuas. Arguedas se empeñó inmensamente en crear un nuevo lenguaje
literario que expresara fielmente la sensibilidad del habla, y por consiguiente, la mentalidad de un hablante quechua. Consideramos el discurso literario de Arguedas, gracias a su inusitada belleza, sonoridad y originalidad como un hecho exclusivo no sólo artístico, sino también como un vínculo simbólico que une y comunica dos civilizaciones en conflicto en
Una única comunidad pulsante. Las páginas de este artículo tienen como fin reflexionar sobre los
Significados y profundidad del mensaje lingüístico arguediano. La elaboración experimental de la expresión lingüística aparece en muchas de las obras de Arguedas. Nosotros hemos escogido
las novelas Los ríos profundos (1958) y El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971). La primera, porque representa la cumbre del nuevo discurso y la segunda, porque documenta su destrucción.
A su vez, las novelas reflejan como fieles espejos la evolución ideológica de Arguedas. El primer texto manifiesta plenamente la concepción armónica del encuentro cultural, mientras que el
lenguaje del texto posterior es distinto. Arguedas llega a saber que la convivencia del pueblo indígena con la sociedad blanca no queda sin huellas mortales en el mundo quechua. Así, el discurso experimental unificador de Los ríos profundos se deshace irreversiblemente
en una polifonía caótica de voces superpuestas.
La visión mítica forma un estrato de la novela de Arguedas sin neutralizar su polo conflictivo. Una tensión entre la historia y la inclinación a la unidad del mundo es propia del género novelesco como tal; en la distinta configuración de ambos polos se basan los tipos de novela. El ansia de armonía determina la construcción del tipo idílico. Pero Los ríos profundos pertenece a
otro tipo que podríamos llamar “novela de conflicto de dos mundos” y cuyo antecedente es el Quijote. No es casual que en Los ríos profundos aparezca una alusión al personaje cervantino
(aún más visible en El Sexto). En el sentido tipológico, la novela de Arguedas está más emparentada, por ejemplo, con la novela La vorágine que con Don Segundo Sombra con la que fue comparada. En Los ríos profundos el conflicto de los mundos tiene dos niveles.
El primero y más obvio es el enfrentamiento de dos tradiciones culturales en el ambiente bilingüe. El protagonista está encerrado en el colegio eclesiástico ajeno y no es aceptado tampoco
por los indígenas de Abancay, humillados y pasivos. Vive entre dos comunidades sin pertenecer plenamente a ninguna. Ambas tradiciones conviven y se compenetran (p. ej. el motivo
de zumbayllu en el colegio) pero no se fusionan. La confrontación de las culturas no se resuelve con una armonización indigenista, que solo invertiría la relación centro/periferia.
La visión de Arguedas tampoco es mestiza en el sentido de la concepción armónica de la sinfonía de culturas, que tiene su tradición en el pensamiento hispanoamericano (Reyes,
Vasconcelos, Carpentier). José María Arguedas concibe la relación entre las culturas
como una “superposición”. Este concepto aparece en los ensayos de Mariátegui y más tarde en los de Octavio Paz. La crítica no suele relacionar a Arguedas con Paz, pero ambos coinciden
en temas fundamentales: la posiblidad de revivir la unidad originaria del universo (el “eterno presente” de Paz); el pensamiento analógico; la superposición de distintas tradiciones culturales
que se mantienen en convivencia dramática sin fusionarse. La coincidencia de ambos escritores también revela una relación orgánica entre el ansia de armonía de illud tempus y la visión conflictiva de la convivencia multicultural. En México el estrato no moderno parece más oculto, mientras que en el Perú es visible. En los dos países la tradición indígena forma la base – igual que en la arquitectura de los palacios cusqueños. El muro incaico del primer capítulo de Los ríos profundos no es un muro de Sacsayhuaman, sino el de una casa en que, sobre las piedras incaicas ondulantes como el río, posa el segundo piso geométrico de construcción colonial: “La pared blanca del segundo piso empezaba en línea recta sobre el muro.” La arquitectura de la novela es similar: su experimento lingüístico, que incorpora al español la morfología, sintaxis, entonación y visión del mundo del quechua, construye la escritura sobre las bases de un estrato profundo de una cultura oral. La búsqueda del lenguaje que fundamentaría la escritura en la oralidad aparece como tema explícito en el capítulo VI, cuando el protagonista (“poeta”) escribe dos versiones de una carta amorosa: descontento con el estilo literario descubre el estilo del
canto quechua (“¡Escribir! Escribir para ellas era inútil, inservible. ¡Anda, espéralas en los caminos y canta! ¿Y si fuera posible, si pudiera empezarse? Y escribí:…”)
Arguedas reconoció públicamente la influencia que Mariátegui y su revista Amauta M tuvieron en su formación proporcionándole la orientación doctrinaria y el instrumento «teórico indispensables para juzgar estas vivencias y hacer de ellas un material bueno para la literatura».15 José María Arguedas expuso los propósitos (y aun las tesis) de sus obras, con la excepción de El zorro de arriba y el zorro de abajo. Al hablar de su primera etapa que correspondería a Agua él pone énfasis en una dicotomía que ha sido pasada por alto por los críticos que han preferido enfocar la marginalidad de niño protagonista, en vez de su
Posible identificación con el mestizo peruano. Arguedas expresa lo siguiente: En esa aldea los elementos humanos son más simples, está el señor de la mayor parte de las tierras, unos cuantos mestizos angustiados que no saben de quién va a depender su destino, que no saben si ponerse al lado del indio o ponerse incondicionalmente
al lado del señor. Esta gente también tiene una tragedia con la cual yo me he sentido perfectamente identificado. Algunos indigenistas odian al mestizo porque lo consideran instrumento vil del señor; no, puede que sea un instrumento
Vil, pero en el fondo, por eso mismo, los mestizos son miserables y hay que salvarlos y en ellos hay una posibilidad, hay un primer intento de fusión entre los elementos de la cultura criolla y la cultura indígena.El niño narrador de los cuentos de Agua es hijo de un misti (caballero blanco), pero por su posición social en la casa de su madrastra y hermanastro él es tratado como un sirviente. Es la madrastra la que es latifundista y su padre es un abogado nómada. En «Los escoleros» don Ciprián le grita al niño «Otra vez te voy a tirar látigo. Ya no hay más doctor ahora, si eres ocioso te haré trabajar a golpes. ¿Sabes? Tu padre me ha hecho perder un pleito con la comunidad de K'ocha; yo le di treinta libras, tienes que pagar eso con tu trabajo» (pp. 51-52).
Muy semejante es el dato biográfico que él ofrece cuando su hermanastro le gritó «no vales ni lo que comes» cuando lo acusaba de ser un mal sirviente. En su niñez él había amparado por los indios con los que comía y dormía, por ello se puso al lado del indio. Arguedas en 1950 publicó un artículo «La novela y el problema de la expresión literaria en el Perú»,19 y allí dice que «el mestizo bueno» es el que «se identifica con el indio, lo ama y sacrifica generosamente su vida por defenderlo» mientras que «el mestizo malo es el que sirve a los terratenientes y actúa ferozmente contra el indio».20 Hay otro vínculo entre Arguedas y el indio: la lengua quechua. El Perú es un país en el que dos lenguas existen, una predominantemente en la Costa: el castellano, y la otra en la Sierra del centro y del sur. Hay mestizaje lingüístico también. La lengua que él aprendió primero fue la quechua y hasta los ocho años no aprendió bien el castellano. Él nos relata la siguiente anécdota que revela de un lado la actitud de los blancos hacia los que no hablan bien su lengua y por otra parte la confusión que Arguedas experimentó, ya de adulto, al tener que escribir en la lengua «tradicional» del castellano sobre su mundo andino quechua y mestizo: Y sin que esto sea nada en contra de mi padre que es lo más grande que he tenido en este mundo, a veces mi padre se avergonzaba que yo entrara a reuniones
que tenía con gente importante porque hablaba pésimamente el castellano. Cuando yo leí ese relato —Agua— en ese castellano tradicional me pareció horrible, me pareció que había disfrazado el mundo tanto casi como las personas contra quienes intentaba escribir. Ante la consternación de estos mis amigos, rompí todas esas páginas. Unos seis o siete meses después, las escribí en una forma completamente distinta, mezclando un poco la sintaxis quechua dentro del castellano, en
una pelea verdaderamente infernal de la lengua. Guardé este relato un tiempo, yo era empleado de correos, estaba una tarde de tumo y en una hora en que no había mucho público lo leí y el relato era lo que yo había deseado que fuera y así se publicó. Arguedas captura la lengua «sincretizada» que uno escucha en todos los rincones andinos del Perú en la boca de los mestizos que hablan castellano. En Arguedas su conflictiva actitud de mestizo lo hizo decir en El zorro de arriba y el zorro de abajo «Estoy luchando en un país de halcones y sapos desde que tenía cinco años». Sería incompleto decir que Arguedas no se sintió tironeado hacia los blancos: su padre principalmente con «ojos» azules es el modelo para mucho de sus personajes hispánicos que tienen algo que los redime, como don Bruno en Todas las sangres o el padre director de Los ríos profundos, pero como
el modelo biográfico —su padre— hay intolerancia en ellos hacia los indios. Arguedas dice «Yo no entendí nunca muy bien el mundo de mi padre. Era una cosa muy curiosa, mi padre sentía simpatía por los indios pero formalmente los trataba mal».23 En su vida nunca superó su alienación íntima, aunque obtuvo
reconocimiento literario intemacionalmente. Su niñez lo había marcado, como él lo dijo «por el fuego y el amor», la pasión destructiva de los blancos y el amor de los indios Otra dicotomía que aparece en Yawar fiesta es la confrontación de dos mundos: el de la costa y el de la sierra. La costa va a estar representada por el Subprefecto, que es la autoridad máxima del pueblo, Puquio. Él representa al gobierno central de Lima y por lo tanto la política del momento. En el mundo de la sierra están todos los que viven allí sean señores principales, muy principales, mestizos e indios. Los señores y algunos mestizos quieren suprimir la corrida de
Toros que ha sido muy importante en el pueblo. Castro Klarén nos da una interpretación interesante de por qué quieren hacerlo: Los serranos, al confrontarse y ser rechazados, empiezan la larga y difícil búsqueda
De sí mismos: se dan con el indio dentro de su psicología. Consideran que el indio es el polo negativo de la dicotomía costa-sierra; sienten que lo que tienen de indígenas es lo que los hace diferentes y es la causa del rechazo de parte de los
Costeños. Tanto el misti rechazado como el cholo emigrado deciden, entonces, cambiar al indio y su modo de vida. Los más escasos de entendimiento, pero con algo de poder, como don Demetrio, quien equivocadamente se identifica con la
Élite del poder de lima, proponen la erradicación de todas las costumbres nativas en los indios y en ellos mismos. Consideran cualquier cosa india como inferior y diferente, una diferencia que misteriosamente e incómodamente se les adhiere. Su razonamiento es que para realizar sus vidas, lo que en la cosmología peruana significa
Ser tratado como igual por el limeño, deben eliminar todos los vestigios «indios
», «Retrógrados» y «salvajes» de ellos mismos y de lo que los rodea. Pero hay que aclarar que las corridas de toros fueron introducidas por los españoles. Entonces lo que queda es que es la vida misma de los pueblos y el
«Aindiamiento» que muchas costumbres han adquirido en el correr de los siglos. es lo que ellos quieren eliminar. Resultaría una labor que nunca acabaría, porque en la mentalidad del limeño, pueblos como Puquio son «¡pueblos como de otro mundo! Sólo la necesidad, la plata, puede traer a uno a sufrir esta cochinada». En cambio para el serrano don Pancho ese pueblo tiene algo. Le responde «¡como pues no va a ser feo para usted! Usted ha nacido en pueblo de la costa así también como el señor Sargento es arequipeño / Para don Demetrio también es pueblo basuriento. Pero yo soy pues de aquí, mi cuerpo ha crecido en este aire, para mí, valgan verdades, Puquio no



es feo. Yo he probado vivir en otros pueblos, pero no puedo. Como usted, triste vivía». Hay otro elemento en la dicotomía (y hay que aclarar que la novela refleja la vida de los
Pueblos y los hacendados en la década de los veinte) y es que el limeño agrupa a todos los serranos sin diferencia de clase, dinero o privilegio en el mismo tipo de comportamiento: el Subprefecto dice «Roban, chupan, engordan, desuellan a la indiada y vienen al despacho. Ay señor Supre...» . Arguedas, como serrano que participa de las ideas cósmicas de los indios, puede encontrarle a la sierra, especialmente a la naturaleza, una fuerza y vitalidad extraordinarias. Incluso, él afirmó que la tesis de su novela Yawar fiesta fue mostrar «el poder del pueblo indígena? que al querer la corrida de toros destruye el mito representado
por el toro Misitu». Es posible que al lector común esta faceta le pase desapercibida, pero es necesario ver la perspectiva desde el otro punto de vista: el del autor. Él quiere mostrar que los indios le demuestran su valor a los señores matando a su propio dios y esta fuerza del poder indio radica en su contacto con La naturaleza. En Los ríos profundos junto con las dicotomías mencionadas anteriormente se puede añadir el individualismo versus solidaridad. El proceso de socialización que tiene lugar en los colegios hispánicos, muy especialmente los de religiosos, tiene un propósito definido de darle a los niños que llegan un sentido de
Clase pero también de individualismo dentro de su clase. Aquí en un microcosmos se puede ser a varios niños que provienen de lugares en los que sus compañeros de juego y sus criados y niñeras han sido indios. Ellos han absorbido las creencias y mucho de la cosmovisión de un mundo indígena cuando eran muy
Pequeños. Pero ahora deben ser totalmente hispánicos, renunciar a toda la magia del mundo andino y adoptar su rol como futuros latifundistas, hacendados, quizá, dirigentes de la región. Ernesto y Palacios son los más «aindiados» y al comienzo Antero lo es. Pero, poco a poco, nuevos modelos de conducta se introducen.
Entre ellos, el de un muchacho costeño, Gerardo , hijo del jefe militar. La influencia de «modelos» y también los años de la adolescencia contribuyen a que los muchachos, uno por uno, empiecen a mostrar sus individualidades. Antero empieza por rechazar sus creencias infantiles y a actuar su rol de hijo de un rico hacendado. En contraste, en la obra aparecen grupos solidarios que se mueven pensando en el bien de la mayoría como el de las chicheras, que son cholas que se rebelan contra la injusticia y les reparten sal a los colonos de Patibamba. Tienen que pagar por su osadía. Hay otra sublevación de «los colonos
» Que son los siervos de las haciendas, y en la opinión de Arguedas «los más miserables» en la escala india. Arguedas dijo que la rebelión fue por una causa de orden mágico: los indios atacados por el tifus creen que la madre del tifus es un animal que no podrá morir «sino en virtud de una misa que el santo padre de
Abancay dijera para que la madre del tifus muriera».Ellos avanzan hacia Abancay y ni las metrallas de la policía los puede detener. Finalmente logran que el sacerdote diga la misa y se retiran cantando himnos. En las palabras del autor «ésa fue la tesis de la novela y me desesperaba cuando los críticos comentaban .El libro y no veían esto». También hay otro aspecto de la solidaridad que es lograda por la música. Ernesto siente ese magnetismo de la música india y él narra el sentido de armonía y unión que experimentan los indios cuando escuchan su música. En la novela Todas las sangres n las dicotomías se multiplican y se comunican en varios niveles. Todavía básicamente se puede decir que el libro presenta lo viejo versus lo nuevo. Lo viejo está representado por el terrateniente semifeudal don Bruno. A pesar de que él está lleno de culpabilidad y conoce sus propias aberraciones sexuales cree que puede salvar a los indios que son como niños que no han sido corrompidos todavía por la codicia. Hay muchas contradicciones en este personaje que van evolucionando de un cristianismo paternalista a un cristianismo casi «comunal». Su hermano, don Fermín, representa lo nuevo. Él quiere que los indios pasen de la etapa rural a la de peones. En cuanto ellos aprendan el valor del dinero se les podrá manipular de acuerdo con los principios del capitalismo. Don Fermín dice «el Perú da vergüenza: indios idólatras, analfabetos, de ternura salvaje y despreciable, gente que habla una lengua que no sirve para expresar el raciocinio sino únicamente el llanto o el amor inferior. Hay que hacer de ellos lúcidos obreros de las fábricas y, muy regularmente, abrir una puerta media para que asciendan a técnicos. El mundo futuro no es ni será de amor, de la «fraternidad, sino del poder de unos, de los más serenos y limpios de pasiones, sobre los inferiores que deben trabajar» Él arremete contra el espíritu de solidaridad y cree en el individualismo. Al mismo tiempo él cree que podrá transformar «la barbarie en civilización». Pero esta novela no se concentra en la lucha de dos terratenientes, hermano contra hermano. Muestra que en la década de los sesenta en el Perú ya hay otras fuerzas que pueden manipular no sólo al gobierno central de Lima sino también destruir pueblos, comprar minas y deshacerse de todos aquellos que se le pongan en el camino. El consorcio que representa las multinacionales tiene un rol Decisivo en la vida de los Andes peruanos. Habría que mencionar que don Fermín no sale derrotado aunque pierde su inversión en la mina, él va a ir a la costa a invertir en las industrias del pescado. Esta novela muestra la movilidad, no sólo de los pobres comuneros a la capital, sino también de los terratenientes. ¿Qué ocurre con los que están en el medio? El pueblo de la gente venida a menos desaparece, incendiado por ellos mismos. Una mujer, Asunta, es la que toma el rol de vengadora matando a Cabrejos, que es el instrumento del consorcio. Pero es el gesto heroico de una clase que ha sido aplastada. Muchos irán de «empleados» A Lima Un gran problema que Arguedas presenta es si «el alma» puede subsistir en todos estos cambios. Lo que él entiende en su clasificación entre los hombres «con alma» y los «sin alma» es que los que tienen alma en última instancia, pueden distinguir entre el bien y el mal. Los que la han perdido pueden hacer cualquier cosa por el dinero. Rendon Wilka es un indio que es el líder de los indios. Él ha vivido en Lima y conoce los métodos con los que los indios son manipulados. Él es «ambiguo» en la novela porque tiene sus propios planes. Al final la policía lo va a fusilar y él habla por los indios: «Los fusiles no van a apagar el sol, ni secar los ríos, ni menos quitar la vida a todos los indios. Siga fusilando. Nosotros no tenemos armas de fábrica, que no valen. Nuestro corazón está de fuego. Hemos conocido la patria al fin. Y ustedes no van a matar la
patria, señor» . Arguedas en sus ideas no quería la aculturación del indio, sino su asimilación. El tratar de salvarle el alma al indio consistiría en dejarle la visión de su mundo cósmico, su paisaje telúrico. Quizás él quiere que persista «el sentimiento cósmico que salvó a los indios, como antes salvó a Ernesto de la opresión del medio».Quiere que sean como él: «Yo no soy un indio aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en español y en quechua». Lamentablemente Arguedas se suicidó sin poder haber solucionado su propia vida. La última obra que escribió y que apareció postumamente es El zorro de arriba y el zorro de abajo. Es relevante repetir lo que él dijo antes de morir: «He vivido atento a los latidos de nuestro país».Gracias al poder divino, los indios fueron el pueblo privilegiado para demostrar a la humanidad el camino para salir de la opresión. Los indios debían “humanizar” a la humanidad no solamente enseñándole la solidaridad y la comunidad, sino también reflejando el principio divino del ser. El acompañante en el éxodo del pueblo andino fue el profeta leal y verdadero, Rendón Willka, que vino a galope en su caballo blanco desde Lima para juzgar y luchar justamente. Su muerte en el camino a la Nueva Jerusalén fue una bienvenida a la armonía permanente en el reino de Dios.
Arguedas no abordó el tema de la fe sin criticismo. Él mismo se oponía a todas las manifestaciones de la fe que participaran en la opresión del pueblo. En el plan arguediano la Iglesia decadente
constituía una estructura más que contribuía a la extensión de la hegemonía basada en la desigualdad social. El anhelo de la fe pura sostuvo la tesis central de Todas las sangres del desarraigamiento del hombre. De ahí que Arguedas asumiera una posición anticlerical al denunciar al párroco de San Pedro de no respetar el celibato y al dejar que Cisneros confesara que
fueron los curas que le enseñaron a torturar a los indios. Con su crítica de la Iglesia corrupta, Arguedas no puso en cuestión la fuerza transformadora de la fe. Trató de demostrar cómo se podía nivelar su potencial con el mal obrar y la fe somera. No es sorprendente que la mayoría de los personajes que se ponen en contra del avance transformador practica su fe de manera utilitaria. La presencia de don Fermín en el funeral de Gregorio es un mero gesto, un hecho de hipocresía y especulación. El incendio de la iglesia por los habitantes de San Pedro o el catolicismo feudal de don Bruno muestra la misma patología.
Para José María Arguedas, la Edad de Oro no se instauraría solamente en el momento de la reconciliación de las culturas, razas y capas. La humanidad alcanzaría la armonía total al convivir con Dios y por consiguiente con la naturaleza. El poder divino arguediano tomó la forma de un eje cósmico en el cual se centró todo lo verdadero: “Dios es esperanza. Dios alegría.
Dios ánimo.” Dios, la naturaleza y el hombre forman unaunión panteísta.
José María Arguedas incorporó la visión de la armonía inspirada por el mito andino de la madre tierra Pachamama en el proyecto social de Rendón Willka.